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Bocadillos por Rolando Bello Paredes: Casta Divina, Casta Beduina, Casta Maya

Ni los Bocadillos ni su redactor son historiadores, por supuesto, pero sí son lectores de libros de historia, como “La Casta Divina por dentro y por fuera” de la Dra. Dulce María Sauri Riancho y del investigador José Luis Sierra Villarreal, que circula bajo el sello editorial de Dante. El lector encontrará en el libro “el listado de ese exclusivo y excluyente puñado de familias que dominaron la economía y la política peninsular en la época dorada del henequén”. 

Aquí, los treinta y un principales apellidos: Arrigunaga, Ancona, Berzunza, Bolio, Castellanos, Cámara, Cantón, Casares, Cirerol, De Regil, Domínguez, Dondé, Duarte, Escalante, Espinosa, G. Cantón, García, Ibarra o Ybarra, Laviada, Manzanilla, Molina, Palomeque, Patrón, Peón, Ponce, Rendón, Rivas, Solís, Urcelay, Vales, Zapata.

La Casta Divina, un grupo poderoso que dominó la escena económica, política, y social de Yucatán, durante largos años. El término “Casta Divina” no se debió al Gral. Salvador Alvarado, como equívocamente se entendía; él lo enfatiza en su libro “Mi actuación revolucionaria en Yucatán”. Señalan los autores Sauri Riancho y Sierra Villarreal: 

– “El origen histórico del término casta divina ocurrió años antes del boom henequenero y, por consecuencia, antes de que empezara a conformarse siquiera la oligarquía, el grupo del que derivó la pequeña élite que llegaría a ser conocida, a finales del siglo XIX e inicios del XX, como casta divina”.

Una figura central de la casta divina fue Olegario Molina Solís (1843-1925). El periodista norteamericano John Kenneth Turner, en su obra “México Bárbaro”, así lo caracterizó: “El principal entre los reyes del henequén es Olegario Molina”. Sierra Villarreal en su libro “La Revolución en Yucatán. 1897-1925. La historia negada”, acentúa: “A partir de 1902 (…) Olegario Molina se constituyó en el factótum de la sociedad y de la política yucateca (…)”.

Se desempeñó, además, como gobernador del estado y secretario de Fomento, Colonización e Industria, en el gobierno de Porfirio Díaz. Otros yucatecos han ocupado una secretaría de Estado: Andrés Quintana Roo, designado por Iturbide, se desempeñó como Secretario de Relaciones Exteriores, de 1822 a 1823. Luego, con López de Santa Anna, fue Ministro de Justicia, en 1833.  Manuel Crescencio Rejón, durante las presidencias de Santa Anna, José Joaquín Herrera y Valentín Canalizo Bocadillo, fungió como Secretario de Relaciones Exteriores e Interiores, en 1844. José Hernández Terán, Secretario de Recursos Hidráulicos, en la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1070).

Víctor Cervera Pacheco, como secretario de la Reforma Agraria, durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), y Jorge Carlos Ramírez Marín, secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, en el gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018).

Molina, apuntan los autores, “comprendió la importancia de contar con el respaldo de las armas. Su entorno familiar le permitió valorar el poder ideológico y político que tenía la Iglesia Católica y, también, la importancia de controlar la estructura educativa, vista ésta como reproductora de valores y actitudes en el conjunto de la sociedad”.

Agregan: “Sólo Olegario Molina, con sus parientes más cercanos, llegaron a detentar propiedades por más de 5 millones de hectáreas (en Yucatán, Campeche y Quintana Roo), que incluían por igual derechos de vía de las concesiones ferroviarias, permisos para la explotación de la selva, así como decenas de haciendas, henequeneras y no henequeneras, todas, debidamente sembradas, equipadas y dotadas del peonaje necesario”.

Uno de los “parientes más cercanos”, continuador y acrecentador de la riqueza de los Molina, fue su yerno Avelino Montes Linaje. Un dato revelador de la riqueza de este personaje lo proporcionan los autores: “De acuerdo a la nota necrológica del periódico Excélsior (de fecha 12 de diciembre de 1956), al morir Avelino Montes Linaje, en 1956, dejó una fortuna que “…supera los mil quinientos millones de pesos…”.

El ensayista Francisco José Paoli Bolio, en la Filey 2013, durante la presentación del libro “La Revolución en Yucatán, Nuevos Ensayos”, compilado por Gaspar Gómez Chacón, informó también del asunto: Que al fallecer el hacendado y henequenero Montes Linaje, “cabeza de la casta divina”, era el hombre más rico de México, con una fortuna superior a los 1,200 millones de dólares, según su testamento (ver Bocadillos en Por Esto! 17 marzo 2013).

La historia yucateca del henequén es una de riqueza, se le catalogaba como el “oro verde”, y de desarrollo de una parte de la sociedad, pero también una de esclavitud y muerte, y de agravios e injusticias, de la mayoría social; y en esta historia, destaca la presencia de la oligarquía henequenera y su controladora, la Casta Divina. Los autores precisan las etapas de este grupo económico: “Integración, 1867-1890; Consolidación, 1887-1897; y de Plenitud, 1895-1910”.

La Dra. Sauri Riancho es estudiosa y actora del tema henequenero de Yucatán. En su ensayo “El ciclo del estado en el henequén: de la promoción a la exclusividad”, escrito para la Enciclopedia Yucatanense (Tomo II de la actualización, editada por el gobierno del estado 2012-2018), ubica esta parte de la historia yucateca: “El ciclo del henequén como principal actividad productiva de Yucatán duró 113 años. Este lapso va del inicio del auge exportador de su fibra en 1880 hasta la liquidación de Cordemex como empresa estatal en 1993”.

Una de las conclusiones de Sauri Riancho y Sierra Villarreal es la siguiente: “En términos cuantitativos, se puede considerar que mientras la oligarquía henequenera estuvo integrada por 250 o 300 familias, menos de 80 integraron la casta divina. Si el control oligárquico estaba en manos de un centenar de personas, el poder de la casta divina descansaba en 30 personajes. Fue la casta divina la manifestación más reducida en número y la más poderosa en capacidades económicas y políticas, sin dejar fuera de sus alcances el desempeño del ejército, de la iglesia, del sistema escolar y las comunicaciones sociales”.

La Casta Divina huyó, dicen los autores, “por temor al ejército constitucionalista y el riesgo a perder sus vidas”, a La Habana, Houston, New Orleans, New York, y otras ciudades de España y París. Gilbert M. Joseph y Allen Wells, en su ensayo “El porfiriato prolongado, La resistencia popular y las élites, 1910-1915” (en “Historia General  de Yucatán”, tomo 4), informan que al arribo de Alvarado a Yucatán: “Olegario Molina llevaba viviendo varios años en Cuba; Avelino Montes acababa de sentar su reales, en Nueva Orleáns”.

El libro “La Casta Divina por dentro y por fuera” es, indudablemente, material de estudio y análisis social. La secretaría estatal de Educación podría asumir el reto de distribuirlo a las escuelas de bachillerato e inclusive de secundaria, como libro auxiliar de la enseñanza de las áreas sociales de los programas de estudio.

Es casi una obligación hacerlo. Caso contrario, corremos el riesgo de que las siguientes generaciones, ante una pregunta sobre la “Casta Divina”, respondan que es un restaurante ubicado en el centro histórico de la capital yucateca.

Agradecimiento. El redactor de los Bocadillos agradece a la Dra. Sauri Riancho y al sociólogo Sierra Villarreal el envío de la obra de referencia, así como el libro “La Revolución en Yucatán. 1897-1925. La historia negada”, de la autoría del segundo.

En éste, Sierra Villarreal propone: “Hay historiadores que sostienen que en Yucatán no existieron razones ni causas para que estallara una revolución, como sucedió en el resto de México. Que la revolución, en Yucatán, “llegó de fuera”. En estas páginas encontrarás la visión opuesta: en Yucatán se desmanteló el orden oligárquico que imperaba en la entidad, se derrotó a la versión más sólida y poderosa del Porfiriato; se hizo de manera coincidente con el resto del país, por una vía de movilización popular distinta a la que se siguió en otras regiones de México”.

Tardeada dominical. Durante la segunda administración del gobernador Víctor Cervera Pacheco (1995-2001), la sociedad yucateca contempló, agitada a base de informaciones periodísticas, el juicio de Armando Medina Millet por el homicidio de su esposa Flora Ileana Abraham Mafud. El ingenio popular, una vez más, se hizo presente: 

– Se decía que la Casta Divina, por un asunto de la Casta Beduina, estaba siendo juzgada por la Casta Maya. 

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